Jueves 31

Luz-en-la-ventana

Si supiéramos escuchar a Dios, si supiéramos contemplar la vida, toda la vida se nos convertiría en oración.
Porque toda la vida se desarrolla bajo la mirada de Dios, y no deberíamos vivir ni un solo suceso sin ofrecérselo: las palabras cotidianas pueden servirnos de lazo con el cielo.
La oración silenciosa, que va más allá de las palabras, no puede privarse de la vida, porque la vida de cada día es el alimento de nuestra oración.

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