Acoge, Señor, mi vida entre tus manos y, en el atardecer de cada día,
amásala y hazla tierna hogaza repartida.
Acoge, Señor, mi mano entre tus manos cuando la oscuridad venga a mi encuentro,
y guíame por las sendas y vericuetos que llevan a tu Reino.
Acoge, Señor, mi sonrisa en tus labios cuando mi corazón su ritmo acorte, y bésame para que acepte mi suerte y madure.
Acoge, Señor, mi mirada en tus ojos cuando la luz del sol se haga suave, y lávala para que vea sólo lo que Tú quieres.
Acoge, Señor, mis sueños en tu regazo, ahora que sé lo que es estar roto,
y acúname para que descanse y despierte como Tú me sueñas y quieres.