Señor, no tienes manos, tienes sólo nuestras manos para construir un mundo nuevo donde florezca la paz y la justicia.
Señor, no tienes pies, tienes sólo nuestros pies para poner en marcha a los oprimidos por el camino de la libertad.
Señor, no tienes labios, tienes sólo nuestros labios para proclamar a los pobres la buena noticia de la solidaridad.
Señor, no tienes rostro, tienes sólo nuestro rostro para alegrar a tristes y serenar a fracasados y perdidos.
Señor, no tienes medios, tienes sólo nuestra iniciativa y acción para lograr que todas las personas vivan como hermanos.
Señor, nosotros somos tu Evangelio, el único Evangelio que nuestros hermanos pueden leer, si nuestra vida tiene palabras y hechos solidarios para todos los que padecen olvido y necesidad.
Señor, aquí tienes mis manos, mis pies, mis labios, mi trabajo, mi tiempo, mi ilusión, mi vida…, todo lo que soy y tengo.
¡Aquí estoy, Señor, cuenta conmigo!
A nuestra hermana Silvia