Cuando iba caminando por el día, Señor, me sentí seguro, y envanecido de mi propia agilidad, no reparé en la maravilla de tu camino, y que tu propia luz estaba entre nosotros dos.
Ahora es de noche, y siento a cada paso tu camino en la oscuridad, y el olor de las flores que llena el silencio, como si fuera eso que dice bajito la madre al niño cuando la luz se ha pagado.
Señor, te tengo apretada la mano, y tu contacto está conmigo en mi soledad.
Rabindranaz Tagore,
1861-1941