12 de febrero: Día Internacional contra la utilización de los Niños y Niñas Soldado

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Hay algo que no funciona en nuestro mundo. Algo que nos disgusta cuando sale por la tele pero que luego queremos olvidar. Se trata de la mayor de las barbaridades que se están cometiendo en nuestro siglo. Se trata del uso de los niños en las guerras de nuestro planeta. Se trata de los llamados “niños soldado”. Y es que la industria de matar avanza sin ningún tipo de freno. Hoy en día, hay armas que un niño de seis años puede usar para asesinar a la niña de su clase que le cae antipática. De todas formas, no vamos a hablar de lo que sucede en los Estados Unidos de América. No, hablamos de una realidad aún más grave que se repite en muchos de los países que viven un conflicto armado. Podemos encontrar a niños menores de 18 años en cualquier conflicto armado en África. Si en nuestro mundo un “negro” cuenta poco, es fácil imaginarse lo que cuenta un “niño negro”.Niños cargados de violencia, cuyas conciencias han sido embrutecidas, drogadas. Niños que en medio de los juegos se ponen serios y de sus corazones surge, de repente, la atroz violencia. Tal vez nosotros no podamos hacer nada para cambiar las cosas. Pero por lo menos no cerremos los ojos. Los niños soldado son una terrible realidad que todos tenemos el deber de conocer.

Así, en primer lugar, su excesiva inmadurez les lleva a correr riesgos excesivos e innecesarios. Según un Comandante rebelde de la República Democrática del Congo, «los niños son excelentes soldados porque al ser jóvenes quieren presumir, hacerse los valientes. Piensan que la guerra es un juego, por lo que no tienen miedo a nada». En segundo lugar, los soldados adultos piensan que se puede prescindir de estos niños en cualquier momento y que fácilmente pueden ser sustituidos por otros niños, por lo que no se les da la adecuada protección. Además, nadie emplea el tiempo necesario en darles el entrenamiento adecuado, siendo enviados a primera línea de combate (su lugar habitual en la batalla) sin la preparación suficiente. En este sentido, algunos informes de Burundi y de Congo-Brazzaville demuestran que la falta de preparación de los niños motiva que pierdan la vida fácilmente.

Los niños empiezan a participar en los conflictos bélicos a edades tan tempranas como los siete años. Algunos de ellos inician su «trabajo» como porteadores (transportando víveres y municiones), como mensajeros o como espías. En este sentido, según el comandante congoleño, «los niños son muy buenos a la hora de conseguir información. Puedes mandarlos a través de las líneas enemigas y nadie sospecha de ellos porque son muy jóvenes». Un claro ejemplo lo encontramos en Sierra Leona. Allí, los niños jugaron un papel muy importante en la preparación del asalto a la capital del país el 6 de enero de 1999. Ellos introdujeron las armas en la ciudad y las escondieron a la espera de la entrada de los rebeldes. Además, recogieron toda la información necesaria sobre cuáles eran las posiciones militares de las fuerzas de interposición nigerianas. También el control de los accesos a la ciudad fueron confiados a grupos de niños soldados.

Una vez que los niños son suficientemente fuertes para manejar un rifle de asalto o un arma semiautomática (normalmente alrededor de los diez años) pasan inmediatamente a realizar funciones militares y de combate. Un antiguo niño soldado de Burundi comenta cómo fueron sus primeros meses de combate: «Primero pasábamos noches enteras sin dormir vigilando al enemigo. Luego me dieron mi primer trabajo, que fue alumbrar con una linterna a un soldado. Más tarde me enseñaron cómo usar granadas de mano y después de un mes, más o menos, ya manejaba un fusil AK-47 e incluso un G3». Cuando los niños no participan activamente en los combates se les puede encontrar en los puestos de control, los denominados «check- points». Los soldados adultos pueden ser vistos a más de 15 metros por lo que no es recomendable su permanencia en el puesto de control. Así, esta misión se encarga a los niños. Si hay problemas y las balas empiezan a volar, serán las primeras víctimas y habrá tiempo para reorganizarse.

Otro aspecto que no hay que olvidar es que en cualquier conflicto en el que se usan menores como soldados, inmediatamente todos los niños, civiles o combatientes, se convierten en sospechosos. Una reciente operación militar llevada a cabo en Congo-Brazzaville acabó con la vida de cientos de niños en «edad de llevar armas», muchos de los cuales nada tenían que ver con la guerra.

Si dramática es la situación de los niños varones, la tragedia de las niñas no le va a la zaga. Por un lado hay que decir que las niñas también son usadas como soldados, aunque normalmente en menor número que los niños. En Liberia, alrededor del 1% de los niños soldados desmovilizados entre 1996 y 1997 era niñas o chicas jóvenes. Con todo, su participación en los conflictos bélicos está presidida por otro tipo de aspectos. Así, las niñas son forzadas a prostituirse y a ejercer de concubinas de los distintos jefes militares.

Coucy A., una niña de 14 años, fue secuestrada en Kitgum (Uganda) y llevada a Sudán por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA). Cuenta Coucy que «en Sudán nos distribuyeron entre los hombres y yo fui asignada a un hombre que acababa de asesinar a su mujer. No me dieron una pistola pero participé en el robo y pillaje de comida de las aldeas. Las niñas que se negaban a convertirse en las esposas de los rebeldes del LRA eran asesinadas delante de nosotras para que nos sirviera de aviso». Independientemente del daño físico y psicológico que sufren estas niñas, corren el riesgo de contraer infinidad de enfermedades venéreas, así como el temido SIDA. Ni que decir tiene que los embarazos no deseados afectan a gran cantidad de estas niñas.

Grace A. dio a luz en medio del campo de batalla a una niña, hija de un rebelde del LRA que la había tomado como «esposa». Minutos después del parto fue obligada a seguir luchando: «Cogí el fusil y me até a mi hija a la espalda. Tuve suerte, fuimos derrotados por el ejército gubernamental y así pude escapar».

Susan, de 16 años, también secuestrada por el LRA, cuenta lo que le ocurrió a un chico por intentar escapar: «Le ataron las manos y obligaron a los que habíamos sido recientemente capturados a matarle con palos. Yo cogí uno. Conocía a ese chico de antes. Los dos éramos de la misma aldea. Me negué a matarle pero me dijeron que me dispararían. Me apuntaron con una pistola, así que tuve que hacerlo. El chico me preguntaba, ‘¿por qué me haces esto?’. Yo le dije que no tenía elección. Después de haberle matado nos hicieron untarnos los brazos con su sangre. Dijeron que teníamos que hacerlo para que no tuviésemos miedo a la muerte y no tratáramos de escapar. Todavía sueño con el chico que maté. Le veo en mis sueños y me dice que le maté para nada, y rompo a llorar». Hay que tener en cuenta que la crueldad experimentada por estos niños les lleva a actuar de la misma forma con aquellos que tienen su misma edad. En Argelia, una chica joven de una de las aldeas donde se había producido una matanza relató cómo los asesinos, todos ellos menores 17 años, decapitaron a una niña de 15 y se pusieron a jugar con su cabeza.

Las causas de esta crueldad hay que buscarlas en la barbarie que han presenciado sus ojos. De todas formas, no hay que olvidar que los niños soldados han llevado a cabo muchas veces todo tipo de atrocidades bajo los efectos de las drogas y el alcohol que sus jefes les obligan a tomar. En Sierra Leona, por ejemplo, el corresponsal del periódico francés «Le Fígaro» afirmó que la mayoría de los rebeldes eran niños menores de 14 años que luchaban totalmente drogados y en muchos casos borrachos. Afirma el periodista que uno de estos niños le comentó cómo torturaban a las víctimas: «A las 2 de la tarde se le sacan los ojos, a las 3 se le corta una mano, a las 4 se le corta la otra, a las 5 se le corta un pie, a las 6 el otro pie y a las 7 la persona muere». No obstante, las drogas no son las únicas responsables de las atrocidades cometidas por los niños. El abuso continuo y sistemático de los adultos, unido a una cultura perversa y violenta, son los auténticos responsables de estas atrocidades.

El paso por las armas resulta nefasto para los menores: la mayoría sufre traumas de difícil tratamiento, sobre todo miedos y alteraciones de la personalidad que impiden su adaptación a la sociedad. Así, al tratar de reintegrarse a la vida civil, los niños se reencuentran con códigos éticos y morales que han violado sistemáticamente, lo que les provoca trastornos psicológicos muy graves. Por otra parte, es relativamente frecuente que estos niños sean rechazados por sus propias comunidades, bien porque cometieron abusos contra ellas, bien porque las familias tienen miedo a sus frecuentes reacciones violentas. Muchos se cambian de nombre e inventan otra historia personal que termina afectando a su identidad y a su percepción de sí mismos. Otros, como única salida, continúan dedicándose al pillaje y entran de lleno en el mundo de las mafias.

En cuanto a las secuelas físicas, son importantísimas. Así, en Liberia, la Comisión de Reconciliación Nacional detalló cómo los niños soldados que integraban las tropas de Charles Taylor padecían de hernias debido al peso excesivo de sus armas. No obstante hay casos peores, como los mutilados por las explosiones de las minas, ya que los niños suelen ser usados para localizarlas, o todos aquellos menores que han luchado día tras día bajo los efectos de las drogas y una vez desmovilizados no pueden desengancharse y, como en Liberia, vagan por las calles convertidos en zombis. Sin duda, estos niños son obligados a llevar a cabo crímenes espeluznantes pero, lo que es evidente, es que los propios niños soldados son las primeras víctimas de su indeseable reclutamiento.

Muchos países africanos protegen eficazmente a los niños contra su reclutamiento y uso como soldados. Pero, sin embargo, hay otros países que tristemente no lo hacen, incluso en contra de las leyes que ellos mismos han establecido.

Alguien ha dicho que Sierra Leona tiene uno de los peores récords mundiales en cuanto al reclutamiento de niños para ser usados como soldados. Los informes dicen que entre 1991, cuando comenzaron los primeros ataques del RUF, y 1996 al menos 4.500 niños fueron obligados a luchar en los dos bandos. Además, según un informe aparecido en un periódico de Sierra Leona, «más del 60% de los mil combatientes que fueron controlados por la Comisión para el Desarme, antes del golpe de estado del 25 de mayo de 1997, eran niños». No obstante, estas cifras se han disparado enormemente en los últimos años.

En cuanto a las condiciones de estos niños, diversos informes señalan que la mayoría permanecía todo el día bajo la influencia de las drogas y el alcohol. Se ha demostrado que muchos fumaban marihuana. Además, una de las prácticas más extendidas ha sido la de realizar unas incisiones a ambos lados de la frente de los niños e introducirles de esta manera cocaína. Los niños pierden totalmente el control y desarrollan una violencia tremenda. Un periodista del «Herald Guardian» que fue capturado por el AFRC/RUF en la ciudad de Koidu, pudo ver a los niños soldados en acción: «El grupo de chavales que vi estaba en la oficina del grupo minero Branch Energy, en Koidu. Había allí entre 1.500 y 2.000 niños. Las fuerzas de la Junta gritaban a los chavales para reagruparlos. Un soldado me dijo que estaban utilizando estos niños como escudos humanos en caso de que el ECOMOG les atacase. También los usaban para abusar de ellos sexualmente. Todos los niños portaban orgullosos su fusil».

Swaray, un antiguo niño soldado, afirma que decenas de compañeros suyos pueden estar escondidos en Freetown por miedo a que los puedan matar si se les descubre. «Muchos de nosotros fuimos usados como espías por los rebeldes. Nos mandaban a la ciudad para estudiar los movimientos de las tropas del ECOMOG y su capacidad y así preparar el camino para el asalto del 6 de enero». Supuso una tremenda desilusión para los que trabajamos en este centro que, cuando se produjo ese asalto, algunos de los antiguos niños soldados decidieran unirse de nuevo a los rebeldes. «Este es uno de los mayores problemas porque los rebeldes conocen a los antiguos combatientes, por lo tanto, o los fuerzan a unirse a ellos o los matan, con lo cual hay que volver a comenzar todo el trabajo de nuevo», comentó un directivo de UNICEF.

Lo más sorprendente de los niños soldados es lo mucho que les cuesta sonreír y la tristeza de sus ojos. Si hay algo que caracteriza a los niños de Sierra Leona es la sonrisa y estos niños la han perdido. En Lakka hay 36 niños que han usado armas, auténticos soldados. El resto han sido porteadores o se trata de chicas que han sufrido abusos sexuales. Son las llamadas «esposas de la guerra». Dicen que no les gusta hablar de sus experiencias, que están hartos de periodistas de todo el mundo que vienen con sus cassettes a hacerles preguntas, de gente que sólo quiere saber «las cosas malas que hicimos en la selva o lo mal que allí nos trataban». Así, no es bueno preguntarles pero, de repente, un día caminando por el bosque uno te dice: «Cuando estaba en la selva nos escondíamos en sitios como este para hacer emboscadas a los kamajors…». Otras veces te sientas con ellos por la noche a charlar y te cuentan retazos de sus historias. Cuando hablan la mayoría de las veces se excitan, se ponen nerviosos y después de haber hablado se hunden en un silencio profundo del que es difícil sacarlos. Nunca dicen «cuando estaba con los rebeldes«, sino «cuando estaba en la selva«.

Oh Dios, cuando oímos que niños y niñas están  siendo engañados y llevados a lugares desconocidos para propósitos de explotación sexual, trabajo forzado, cosecha de órganos y uso como soldados, nuestros corazones se entristecen y nuestros espíritus se enojan porque su dignidad y sus derechos son ignorados a través de amenazas, mentiras y fuerza. Clamamos contra la malvada práctica de esta moderna esclavitud.

Danos sabiduría y coraje para alcanzar y estar con aquellos cuyos cuerpos, corazones y espíritus han sido tan heridos, para que juntos podamos hacer realidad tus promesas de llenar a estas hermanas y hermanos con un amor tierno y bueno. Envía a los explotadores con las manos vacías para convertirse de esta maldad, y ayúdanos a todos a reclamar la libertad que es tu regalo para tus hijos. Amén

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