«El amigo es, en cierto modo, el guardián del alma; porque mi amigo debe cuidar del amor mutuo, o de mi propia alma, para guardar con un silencio fiel todos sus secretos, corregir en lo posible, gozar con el que se alegra y sufrir con el que sufre, y hacer suyo todo lo del amigo.»
Elredo de Rieval, 1110-1167
(san Alfredo)